CINCO PROPUESTAS CONTEMPORÁNEAS
Rosalia Torrent

Catálogo de la exposición Contemporane@ en el Espai d´Art Contemporani de Castelló. Diciembre 1990-Enero 2000

 

“...Estos apuntes finalizan con una reflexión sobre el trabajo de Joël Mestre, pintor. Su obra, inquietante hasta el extremo, nos muestra con tensión y frialdad el diario de un superviviente: el ser humano. Reconstruye lo que el individuo hace cada día. Por muy irreal que nos parezca, formamos parte de ese mundo anómalo retratado en estas telas: cada día visitamos el sillón televisivo o esperamos el milagro retroactivo del ordenador; cada día hablamos palabras vacías, cuya nada transcribe el pintor en “bocadillos” de comic carentes de signos; cada día desciframos los simbólicos lenguajes de códigos que nos han llegado a ser completamente familiares y han sustituido la consoladora palabra. Y, cada día, oímos del emigrante que espera una isla salvadora que no es más que un imposible. Ante esta situación, el recurso al activismo es el único posible: frente al simio que se tapa los ojos, boca y oídos, un dibujo del artista nos enseña manos que escriben y cartas a remitir, ojos y orejas atentas.

Estamos ante una pintura profundamente social, aun cuando esta palabra pueda parecer herética a los ojos de la postmodernidad, y quizá a los del mismo pintor. Pero la pintura social no habla lenguajes monocordes, y no tiene por qué servirse del desgarro expresivo o la verosimilitud fotográfica. Puede también observar lo que hay y servirlo en plato frió, devolviéndonos la imagen de un mundo que pretendidamente incluye al individuo en una aldea global que no es más que otra falacia, pues ignora que una gran parte de la población es ajena  los procesos tecnológicos. Y aquella que no es ajena bebe también de la fuente de la soledad: la comunicación mediática genera incomunicación. Esta incomunicación o separación entre individuos esta patente en estas obras, pues incluso cuando grupos para humanos acceden a ellas en forma de pictogramas o extrañas familias de androides, no hay entre sus miembros síntomas de conexión. La falacia cobra forma a los ojos del espectador, aunque quizá no en la intención del pintor, que tal vez haya pensado en la posible realización del sueño de un positivo intercambio de experiencias posibles en la nueva aldea. Pero lo que percibimos es la dureza de la imposibilidad.

En la construcción de sus imágenes, Joël Mestre utiliza recursos de un pop que ha tamizado el fin de siglo, pues ahora las imágenes invasoras vienen de la mano de la tecnología. En cualquier caso, el préstamo de estos elementos hallan un contrapunto en su dimensión de nuevo metafísica. La inquietud -es más, la amenaza- que la pintura metafísica introdujera en la esfera artística italiana e internacional, tiene su versión moderna en las obras de este pintor. En el ámbito de los primeros metafísicos se percibe el elemento siniestro a través de uno de los recursos de esta categoría estética: la proximidad al espectador. Nos inquietan los maniquíes y sombras de un Giorgio de Chirico porque intuimos lo humano que no esta explicito; nos inquieta la atemporalidad de un bodegón de Morandi, porque parece que el tiempo se haya detenido en lo perecedero. Concretamente en Morandi, la mentira de la estabilidad nos devuelve la mirada hacia lo inestable. Algo semejante viene a ocurrir en la pintura de Joël Mestre: en cualquier momento una avería en los sistemas desbancaría a sus pequeños seres (y entiendo por seres también lo no humano) de su precario equilibrio. Viven para y por Telépolis, y no soportarían su desconexión de la red.

Desde el principio de su actividad pictórica Joël Mestre se decidió por “contar cosas” a través de su obra. Y ha seguido diciendo, aunque con mensajes cambiantes. La recurrencia al tic tecnológico y publicitario parece aminorarse, lo que hace que su pintura camine por vías más crípticas. Al fin y al cabo, muchos reconocemos los dígitos de una pantalla, los logotipos más comunes o las formulas señaléticas; no todos, por el contrario, podemos evocar las figuras de Savinio o McLuhan -dos de sus referentes favoritos- y mucho menos relacionar gotas y esferas de madera con precedentes metafísicos. Nos encontramos ante una obra de difícil interpretación por lo que se refiere a la plena inmersión en los detalles específicos, pero que en cualquier caso nos ofrece un ambiente general de desasosiego que iguala al espectador en su lectura. También puede facilitarnos ciertas claves los rasgos de intimidad que últimamente han podido observarse en sus dibujos: cartografías de ciudades o redes suburbanas salpicadas de los habituales dígitos o caracteres de escrituras diversas, pero también nombres de seres reales, películas...Me recuerda a los imaginistas rusos sembrando las calles, tras la revolución, con los nombres de los poetas nuevos. Hay poesía en Joël Mestre, poesía fría... pero poesía.”