El problema de la vivienda (1995). Pigmento y látex sobre loneta. 97 x 195 cm.
VIAJE AL PAÍS DE LA NOCHE PERPETUA |
Dis
Berlin
Texto
incluido en el catálogo de la exposición “El Espectador”. Club
Diario |
Hay
artistas que van caminando por el mundo del arte casi de puntillas. Sus pasos
apenas se dejan oír entre el babélico trajín artístico. En esta "feria
de vanidades" agradecemos encontrar un oasis como al que nos invita Joël
Mestre, donde hay nueces y poco ruido. Para
un espectador despistado o poco entregado la mirada puede que no penetre mas allá
del brillo distanciador de sus telas, y que la penumbra en la que transcurren
sus historias sea poco acogedora. Lo
mejor para sumergirse en su mundo es disponerse, con la mente lo más en blanco
posible, a viajar a lo desconocido, apretándose bien los cinturones. De nada
nos servirá nuestro equipaje: no busquemos aquí, ni sentimientos, ni historias
reconocibles. Así dispuestos, el reactor creativo tripulado por Joël Mestre
nos llevará directos a las profundidades. Aún puedo recordar el asombro de mis primeros pasos por su mundo. La atmósfera
era densa, cargada de un misterio mentolado que calaba hondo. Recuerdo también
a un pequeño personaje con sombrero, de aspecto simpático pero inquietante,
reservado y seguro de sí mismo. Aquellas
noches te hacían echar de menos algo con lo que abrigarte pues permanecíamos
quietos y callados para no alterar aquel Reino del Silencio. Aún
cuando sabe mirar el mundo, como lo demuestra la sutil mirada de sus fotografías,
los estímulos le vienen sobre todo de las imágenes en circulación que va
almacenando en su banco de datos y de sus eclécticas lecturas compañeras de
trabajo: " Son esas lecturas sobre
las que comienzo a ver las primeras imágenes de un cuadro, a veces por
continuidad a las palabras y otras por reacción a ellas. No han sido pocas las
veces que he encontrado en un lenguaje sobrio, el estímulo y la solución de un
nuevo cuadro". Bajo
la apariencia de una extrema coherencia en la factura y el color, Mestre busca
siempre poner en juego, con fina ironía, lenguajes diferentes: lo poético y lo
prosaico, lo real y lo virtual... por ejemplo, sobre escenas herméticas donde
el tiempo parece detenido, aparece en primer plano un reloj electrónico que las
impregna con su brillo ácido y artificial. Este
juego de contrarios se nos muestra más a las claras en cuadros como Euroescépticos
(1994). Los títulos pueden servir, así mismo, para darle la vuelta a la
apariencia idílica de una imagen y cuadros como El problema de la vivienda (1995),
nos lo muestran como un maestro en paradojas. Aún
cuando nos bastaría con el poderío de sus imágenes, Joël Mestre nos reclama
una vocación de pintor de contenidos. Lejanos
los tiempos de una pintura alegórica y de resonancias simbólicas, el artista
de hoy suele quemarse los dedos cuando manipula "mensajes", por suerte
para sus admiradores, Mestre ha salido bien parado de las pruebas a las que ha
sido sometido, demostrando que sabe jugar con fuego sin chamuscarse el bigote. Los
mayores riesgos los ha corrido con su última producción centrada en un tema
monográfico: El Espectador. Ante
una temática tan genérica como resbaladiza Mestre ha atado un cabo a la barca
antes de meterse en profundidades. Los personajes protagonistas, los hemos visto
antes en cualquier rótulo o señalización de los espacios públicos.
Trasladados al mundo de Joël Mestre han mutado de seres minimalistas a metafísicos. Como
esta exposición parece estar hecha para hacernos pensar me permitiré alguna
divagación: ¿Por qué la imaginación
está cada vez más ausente y casi marginada de la creación artística? Lo que
en literatura, en cine o en otras artes se toma como un valor o un ingrediente
fundamental, es sin embargo, subvalorado o ignorado por muchos de los que
componen el mundillo artístico. La
respuesta está quizás en el mundo que vivimos; avasallados por un exceso de
información, ocupados en una supervivencia estresada, privados del mayor de los
tesoros, LA TRANQUILIDAD. La contaminación audiovisual no nos deja respirar el aire de una inspiración en estado puro. No queda espacio en nuestra mente para despertar de nuestras almas adormecidas la poesía de lo desconocido. Vivimos
en un mundo donde ya nada es lejano. Por ejemplo, China evocará en un primer
momento la masacre de la plaza de Tiananmen, los restaurantes o las
tiendas de "todo a cien", y no al misterio que encerraba cuando aún
era "el gigante desconocido". La comparación es todavía más triste
si intentamos imaginar la magia que podía despertar la China para un artista
del rococó francés. A
medida que tenemos más información el mundo se va haciendo más pequeño y
prosaico; prueba de ello es que hasta el lejano país de Joël Mestre ha llegado
la invasión de códigos, signos, rótulos electrónicos, periódicos, etc... Así
cuando Narciso
regresa a la aldea, su mente está tan saturada que ha perdido su propia
identidad. Para
quienes por única utopía tenemos "el retorno al Paraíso", el
mensaje de Joël Mestre es pesimista. El rumbo que ha tomado la humanidad nos
arrastra inevitablemente; nadar contracorriente agotaría nuestras fuerzas, pero
siempre nos quedará sumergirnos debajo de la corriente, bucear en busca de la
Arcadia que duerme dentro de nosotros mismos. Dis
Berlín. Aranjuez (Madrid) |