"Hay poesía en Joël
Mestre, poesía fría... pero poesía". Con esta frase cerraba la
catedrática de Estética de la UJI Rosalía Torrent un texto sobre el
pintor castellonense, escrito para la primera edición de 'Contemporáneo'
en el EACC, en el que, además de retratar algunos estadios de su obra,
como los "simbólicos lenguajes que sustituyen la palabra", la
vida de "los individuos para humanos o en forma de pictogramas",
le definía pictóricamente bajo el "uso de recursos del pop que ha
tamizado el final del siglo XX, con un contrapunto metafísico". "La definición de 'poesía
fría' de Torrent, creo que resume muy bien el juego de contrarios con los
que suelo trabajar -señala-. Me interesan temas muy distintos, sobre
todo aquellos en los que la pintura quizás no sea el medio más adecuado
para abordarlos. Parodiar a la diosa tecnología, recomponer uno de esos
minirelatos de Ferlosio o intentar contestarle a David Lynch puede
llevarte a resultados inesperados, una liberación a la que ya apuntaba
McLuhan en ese encuentro entre medios de distinta categoría. A la pintura
no se le puede exigir una comunicación tan perfecta como a la de otros
medios. Requiere una sensibilidad muy particular y de un margen de error
del que precisamente se goza".
El Joël Mestre
(Castellón, 1966) que ahora, tres años más tarde, expone en la galería
Cánem de Castellón no es muy diferente del de 1999. Su poesía fría
sigue viva en los personajes de una Telépolis particular que se ha
tornado naranja, dejando atrás los fríos verdes de la utopía metafísica,
y entrando en los terrenos de lo corpóreo, con cinco esculturas de pequeño
formato -'La melenuda', 'La malcarada', 'El telepolita', 'El pensador' y
'La loca'- que devuelven la tercera dimensión a su obra. En las paredes,
se veía un Mestre que filtra con el afecto lo tecnológico.
"La exposición
reúne cuadros desde donde lo dejamos en 'Contemporane@'. 'Los favores de
Ariel' y 'Fuego encriptado' pertenecen a la exposición que
tuve en Madrid en la primavera de 2000. Ya entonces intentaba sofocar la
euforia de Stelarc (discípulo de McLuhan) con la ayuda de Savinio.
Durante ese año y el siguiente he dedicado mi tiempo a otras lecturas
(aliados para Alberto Savinio) de las que destacaría Walden' de Thoreau,
y a Rafael Sánchez Ferlosio; sólo con él, seguramente Stelarc ya no
levantaría cabeza, pero creo que hay algo en el aforismo de Stelarc que
merece la pena ser escuchado. Si ha habido alguna evolución en mi trabajo
en estos últimos años quizá haya venido de la mano de esas nuevas
lecturas. En esta exposición la tecnología, los medios, las empresas...
forman parte de un paisaje natural, muy cotidiano casi diría que cargado
de afecto. Aunque hoy, más que nunca, cuestionar la tecnología suena a
blasfemia, creo que no solo en ella está el remedio a nuestros problemas,
todo tiene su sitio y nada es para tanto. Me gusta oír hablar de ese
reajuste de la sensibilidad, reinventarse día a día cuestionando en todo
caso esa Verdad con mayúscula con diferentes puntos de vista",
explica. En Cánem, Mestre expone piezas de gran formato -destacan todas,
pero de elegir dos serían 'Los favores de Ariel' y Tormenta de verano'- y
otros de pequeña dimensión -'Aria (Aire)', 'Fuego encriptado',
'Temperamento aéreo' y 'Pintar pensar'-. Una anécdota tiñe de ternura
una de las piezas: 'La tercera persona del singular y primera del
plural' es un pequeño gran homenaje a su hijo, que en el momento de hacer
esta entrevista -como se suele decir en periodismo- aún no había visitado
el mundo telequinético de su padre, aunque "la alerta" era
inmediata. "Es, efectivamente un juego con lupa, el protagonista
se llama Telmo", explica el pintor.
Su currículo es
intenso, con muchas experiencias investigadoras en el campo plástico y de
la Comunicación Audiovisual. Dos galerías marcan su carrera: Cánem en
Castellón, y My Name's Lolita Art en Valencia y Madrid. Precisamente con
ésta última viajan sus obras más recientes hacia la Feria Art Chicago,
una de las más importantes en el panorama contemporáneo y de vanguardia
del mundo. París, Roma y Florencia han compartido sus pensamientos plásticos,
con becas de la Fundación Dávalos-Fletcher -fue el primero de una serie
de artistas de, ¡gran proyección como Pilar Beltrán-, la Fundación Alfons El Roig de la Diputación de
Valencia, y una ruta de talleres que le llevaron a la Universidad Menéndez
y Pelayo de La Coruña ya la Fundacio Joan Miró de Mallorca. En su
recorrido auricular, señalar además la prestigiosa Beca de Roma del
Ministerio de Asuntos Exteriores español, el premio Fin de Siglo de Arte
Joven de la Fundación Cañada Blanch, entre otros. Tres referencias son,
como él mismo ha dicho, claves en su obra: McLuhan, Stelarc y Savinio. De
ellos ha extraído la raíz de su filosofía, de la que emanan aforismos,
sentencias sobre el futuro -ahora presente- de las nuevas tecnoogías y
el arrastre social de las mismas. Quizás es Savinio su último "compañero
de viaje" más cercano. Él mismo lo explica: "Alberto
Savinio (seudónimo de Andrea de Chineo y hermano pequeño de Giorgio De
Chirico) sigue siendo un buen compañero de viaje. Aunque el pasado 5 de
mayo hizo 50 años que nos dejo, su literatura es cada vez más
apasionante y sobre todo su faceta periodística es la que más ilumina.
Su pintura -añade- tiene aciertos y su música en los 'Cantos de
la media muerte' de 1914, fueron de una intuición envidiable. Para él y
algunos colegas suyos, el arte supone una herramienta que articula el
pensamiento y creo que éste es un buen legado. Creo que McLuhan está
conmigo desde el principio: necesitaba un púgil al otro lado del ring, un
peso pesado, un visionario, un representante de la cultura
americana".
|