El título de esta última muestra en My name is Lolita Art,
“Mitologías Domésticas”, ¿es una apelación a admirar más de cerca la
realidad que nos circunda? Es decir, aquello que nos rodea, ¿puede llegar a ser
sustancia poética para plasmar en el lienzo? Creo que sí. Esta exposición reivindica una vez más la imaginación. Hay una
imaginación que no esta reñida con la realidad; una imaginación útil que nos
permite sacar más provecho a la vida sin alejarse un ápice del mundo y la
naturaleza que nos rodea. En ese sentido el tema pictórico, el modelo puede no
andar muy lejos.
¿Su obra es el fruto de una imaginación activa mirando los
“presentes continuos” que le rodean?
La pintura ralentiza el tiempo, tiene esa facultad de crear pausas, de subrayar
y recrearse en los aspectos que cada autor considera interesantes. En esta ocasión
me he detenido en ese material de desecho que son los cartones de embalaje, unos
objetos aparentemente inertes que proyectan una existencia mas bien sofisticada.
¿Es usted poeta? ¿Aficionado a su lectura quizás?
No. No pienso en poesía como en un género, como decías antes es más una
sustancia algo que impregna las cosas, los acontecimientos, las acciones. Me
atraen esos momentos ambiguos y emocionantes que hay en lo normal y cotidiano.
No frecuento mucho esta literatura, en cambio me atraen mucho algunos poetas
cuando hablan y escriben aparentemente sin componer, en muchos casos su lucidez
es ejemplar, creo que son un gremio realmente imprescindible.
¿Qué opinión le merece la famosa y trillada “muerte de la
pintura”?
Me suena a argumento de mercado, igual de increíble que cuando la
vitorean y consideran a la pintura más fuerte que nunca.
¿Por qué se rechaza hoy día la ficción o la narración en
pintura?
Imagino que es porque hoy se valora más el impacto visual que el contenido. Una
seducción más a través de la imagen y de la técnica antes que por una
exploración más intelectual. Quizá porque para algunos al final resulta incómoda
y crea conflicto. Para muchos la pintura sólo tiene un componente decorativo y
prefieren que no se salga de esos parámetros. La pintura es un medio de
comunicación complejo, con un margen de error muy alto que precisamente la hace
especial. Quizá necesita de un tipo de sensibilidad muy particular que cada vez
es más escaso y raro. En mi opinión la pintura debe utilizar todos los
recursos de un modo inteligente.
Confiere a la técnica y los materiales una especial atención. Con
ello, creo que consigue dar esa especie de electricidad a los elementos que
aparecen pero, ¿se termina alguna vez de inventar y tantear materiales y técnicas
nuevos?
Hay pintores muy inquietos en este sentido, quizá muy en relación
con lo que decía antes de actualizar esa seducción visual. En mi caso no
exploró más allá de mis necesidades expresivas. Técnicamente no he
evolucionado mucho en estos últimos diez años; he encontrado una especial
sintonía con este tipo de temple sintético a partir de pigmento y látex sobre
imprimaciones casi siempre acrílicas y muy absorbentes. Esta combinación
responde muy bien a mi procedimiento de trabajo, en el que suelen haber muchos
arrepentimientos y modificaciones.
Su obra parece llena de fragmentos perezosos que pasan a epatar en
el espectador, a electrificarle más bien… ¿es la materia empleada la
culpable?
La pintura retiene momentos de un modo distinto a como lo hacen otros medios. A
través de la pintura se crea un dialogo con el tema que suele quedar reflejado
de algún modo en la tela. Se aprecia una resistencia y una dificultad. La técnica
y el procedimiento influyen mucho en la lectura de cada obra pero creo que es
ese nivel abstracto y conceptual el que realmente acaba involucrando al
espectador
Observo
cierta influencia de Palazuelo y a la vez de la pintura metafísica de De
Chirico, ¿qué opina? Si es así, ¿esa influencia procede de su estancia en
Roma con la beca del Instituto de España?La cabeza del pintor crea a veces vínculos y enlaces de manera un
poco extraña, se crean tangencias en puntos a veces insignificantes pero actúan
como puntos de apoyo en tu propia escalada. En mi caso comencé a comprender la
Pintura Metafísica a través de un autor del que nadie me había hablado. En
1990 el Reina Sofía organizó una exposición de arte italiano, un recorrido
por el siglo XX, en ella me llamó especialmente la atención un cuadro de
Alberto Savinio. A través de Los emigrantes (1929) entre en un mundo y comprendí
un código que hasta la fecha conocía pero no había logrado descifrar. Con los
años he ido estudiando su obra y he encontrado en su temperamento artístico un
material muy valioso. Creo que mi pintura no tiene nada que ver formalmente con
la suya, nunca he tenido esa tentación, precisamente porque su legado tiene una
trascendencia mucho mayor. Cuando fui a Roma en 1995, a la Academia de España,
Savinio ya era un interlocutor indispensable. Recuerdo que en aquel viaje y por
aquella época, era algo aparentemente tan contradictorio como la literatura de
Marshall McLuhan lo que más me atraía. Con ese antídoto y dos estancias
consecutivas, disfrute de Roma de un modo muy especial. También es cierto que
fue a raíz de esta última estancia cuando decidí enfocar mi tesis doctoral
sobre Savinio.
A
Pablo Palazuelo lo tengo en un plano distinto —siempre ha estado ahí— pero
hace ya algunos años leí, por recomendación de Teresa Tomás, sus Escritos y
Conversaciones publicados en 1998. Es curioso pero es un autor muy respetado
entre pintores de muy distinta procedencia o inquietudes estéticas diferentes.
En mi caso, la obra de Palazuelo la situaría muy próxima a la de Rafael Sánchez
Ferlosio en el terreno literario. Aunque Ferlosio esquiva la ficción y se pasa
el tiempo desenmarañando para volvernos a enredar en un mundo propio, creo que
ambos son autores de una imaginación desbordante y ambos de un rigor
absolutamente severo. Creo que Palazuelo es un buen ejemplo de cómo la pintura
puede ser invención y estar igualmente ligada al mundo y a nuestra naturaleza.
Su pintura es tan emocionante y formal que en alguna ocasión he tenido la
sensación de estar ante un relato. Creo que en su pintura también existe, o se
intuye, una morfología del lenguaje, una sintaxis hasta una semántica, es difícil
con estos ingredientes no considerar otros aspectos de la narración pictórica.
¿Puede la metafísica “meterse en una caja de cartón
desplegada”?
Metafísica es una palabra grande, una palabra que en Pintura suena aun más
desproporcionada. Sin embargo y aunque el calificativo ha generado muchas
controversias desde aquel periodo de vanguardia, la Pintura Metafísica italiana
—que no hizo mas que conservar algunos de los valores de la pintura clásica
sin perder su referencia— ha tenido una importante repercusión en el arte del
siglo XX. Un fenómeno que no hace más que incidir en que existe un mundo de
asociaciones y de ideas más allá de la imagen representada, una suerte que
puede manifestarse en cualquier momento, hasta en una insignificante caja de
cartón desplegada, ¿por qué no?
¿Es necesaria la ironía que usted desprende (sobre todo en los títulos
de sus obras) para afrontar este nuevo mundo tecnificado y globalizado?
Creo que la ironía puede ser constructiva, le quita hierro a la vida y ayuda de
algún modo a desmitificar los acontecimientos que no siempre son fáciles de
digerir. Hay cuadros que nacen bautizados y es sorprendente lo que tiran las
palabras durante el proceso en el que va madurando el cuadro. Cambiar un
adjetivo, una preposición pueden acabar modificando la escena.
¿Está nuestra sociedad en caída libre?
Parece algo desbocada y muy vulnerable.
¿Toda realidad es artificio?
El arte como la ciencia tienen esa capacidad de ampliar el espectro de
realidades. En su mano esta el ir cuestionando esas “Verdades” con mayúsculas
que a menudo parecen inamovibles.
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