JOSÉ LUIS VIOLETA Volver

¿Cuáles fueron las razones que nos llevaron a elegir como nombre y emblema de la peña el nombre de José Luis Violeta?

Su apodo ya es todo un homenaje: 'El león de Torrero'. León, por su coraje y su genio, por haber llevado el escudo zaragocista -ese león rampante- muchas más veces que nadie. Y Torrero, porque allí nació y se crió, cerca del mítico campo de fútbol. Violeta es el símbolo del Zaragoza por excelencia, el único jugador que aguantó la comparación con el mito de los 'magníficos' con el de los 'zaraguayos', el gran capitán, un valor estable, firme y entusiasta de sus colores a lo largo de catorce temporadas.

José Luis Violeta Lajusticia nació en Zaragoza el 25 de febrero de 1941. A los 17 años entró en el River, un equipo de aficionados del barrio. El Juventud, filial del Zaragoza, lo captó casi de inmediato para que en 1960, César Rodríguez le hiciera entrenar con el primer equipo. Pero el salto a primera división no resultó tan fácil. Dos años más tarde, tuvo que aceptar la cesión al Calvo Sotelo de Puertollano, donde dispuso de los minutos precisos para explotar sus cualidades. Su excepcional temporada no pasó desapercibida en el Real Madrid, que descartó su fichaje porque el Real Zaragoza volvió a llamarle.

En la etapa de los magníficos solía jugar como medio volante por la izquierda, pero entrenadores como Luís Hon y Fernando Daucik usaron su polivalencia para reforzar la línea defensiva en determinadas ocasiones. A partir de los años 70 se encontró más cómodo como líbero, un puesto que parecía hecho a la medida de su instinto y de su entusiasmo contagioso. En la selección española, a la que llegó en catorce ocasiones desde 1966, llegó a jugar incluso de lateral izquierdo.

El final de los magníficos le pilló en una excepcional forma física, con frecuentes rumores de su traspaso al Madrid, y cuando el Zaragoza descendió a segunda, nadie apostaba por su continuidad. Violeta permaneció, sin embargo, para devolver al equipo a la máxima categoría y en 1971 inició su segunda gran etapa. En mayo de ese mismo año, se convirtió en el hombre de moda del fútbol español, tras su portentosa exhibición en un encuentro ante Chipre.

Violeta ha afirmado en alguna ocasión que 'cuando yo tenía la fuerza del entrenador y del presidente, se notaba en el campo' El defensa zaragozano tenía su propia fortaleza, que adquiría al final de la temporada, cuando se subía por su cuenta al Pirineo a coger forma física. Pero también necesitaba el respaldo de la directiva, que no tuvo en algunas ocasiones.

'Pegar un balonazo me hace daño a los ojos', decía. Eso, siempre y cuando no acabe en la red desde 35 metros y bajo un manto de espesa neblina, como ocurrió en su célebre 'gol de la niebla' contra Las Palmas. Sabía marcar goles, saltaba bien, tenía un buen juego de cabeza y era rápido subiendo al ataque. En octubre de 1970, con ocasión de un amistoso entre España y Grecia, La Romareda dedicó una monumental bronca al seleccionador Ladislao Kubala por dejar fuera al ídolo local después de haberlo preseleccionado. Semejante frivolidad del húngaro reforzó el cariño y el respeto que Violeta infundía en Zaragoza.

No superó el final de su segunda gran época. Con Muller en el banquillo volvió a sufrir la amargura del descenso y prefirió despedirse en primera. La temporada había resultado frustrante y el gran capitán complació a los que lo querían jubilar por edad. Tenía 36 y todavía asegura que hubiera podido jugar dos temporadas más.

Tras confirmar su retirada, el club le brindó en mayo de 1978 un partido homenaje contra el Athletic de Bilbao. La Romareda se llenó para asistir a la emotiva despedida de su buque insignia, un mes después de consumar la vuelta a primera. Entonces le garantizaron cargos técnicos y un futuro ligado al fútbol que nunca llegó a cumplirse. En el 2003, el Gobierno de Aragón lo ha nombrado 'DEPORTISTA LEGENDARIO'

(Adaptado del libro 'Real Zaragoza (1932-1945)', de Pedro Luis Ferrer y Javier Lafuente).