Viaje 3D a la provincia de Segovia

Partimos Maria José y yo (Rafa) el 7 de junio por la tarde, al salir del trabajo. Había que estrenar el coche nuevo, más grande y cómodo que el Clio que hacía poco habíamos abandonado.

Teníamos un largo fin de semana por delante y no había que desperdiciar ni un solo instante. Para ser junio hacia demasiado calor. A medida que nos alejábamos de Valencia la temperatura subía. Salimos con 28ºC y llegando a Madrid estábamos en los 35ºC.

Hacia las seis de la tarde, ya pasado Madrid, cuya M-40 es inacabable, nos paramos en un centro comercial para comprar algunos muebles que necesitábamos. Continuamos viaje para llegar a Sepúlveda ya al atardecer.

Las dos primeras noches las pensábamos pasar en una casa rural a las afueras de esta bonita ciudad. Era "Puente del Duratón", un centro de turismo rural que era el sitio ideal para descansar después de un viaje un poco largo para nosotros que siempre acostumbramos a viajar el tren cuando podemos o en avión, si no hay más remedio.

En una habitación abuardillada descansamos plácidamente, sin los ruidos de la ciudad y dejando a un lado el estrés cotidiano.

Al día siguiente partimos hacia el centro de Sepúlveda, donde nos tomamos un café en una placita encantadora donde la iglesia había sido tomada por unas cigüeñas tan extendidas por esas zonas y que tan poco se ven en el Levante.

Estaban montando ya las tiendecitas donde se venden los souvenirs y aproveché para hacer una foto a Maria José.

Nos dirigimos al Centro de Interpretación de la Naturaleza, de donde parten todas las excursiones de la zona, para conocer mejor alguna de las rutas que atraviesan el parque de "Las Hoces del Duratón". Ibamos a hacer dos. La primera se llama "La senda de los dos ríos", y que, sin entrar en la zona protegída te permite hacerte una idea del paisaje de Las Hoces. Despúes cogeríamos el coche y nos iríamos a la Ermita de San Frutos, esta sí dentro del parque.

Partimos pues hacia "La senda de los dos ríos". Atravesamos el pueblo y nos dirigimos a la iglesia románica de la Virgen de la Peña, desde cuyo mirador se pueden observar las últimas estribaciones de las hoces. La dejamos atrás y empezamos a descender por una antigua calzada romana, no sin antes fotografiar la iglesia sobre la roca donde se asienta.

Podíamos contemplar a lo lejos las marcas del agua sobre el paisaje.

Los buitres habitan aquí en gran número, e imponentes se cernían sobre nuestras cabezas como parte del paisaje que acostumbran a ver.

Descendimos hasta el puente Picazos, de origen romano. Mientras nos hacíamos un autofoto sobre el puente, un grupo de chicas de la zona se estaban zampando un almuerzo con el que nosotros hubiéramos comido durante todo el fin de semana.

Al cruzar el puente entramos directamente en el Parque Natural. Bordeando el río y a la sombra de fresnos, alisos, sauces y chopos llegamos a una presa de la antigua Fábrica de la Luz que a principios de siglo producía el suministro eléctrico de Sepúlveda.

Pasada la fábrica nos encontramos con el puente de Talcano, que aún posee un arco de piedra, y al que se le ha adosado una estructura de hormigón para poder pasar el río.

Por un camino forestal nos acercamos a Sepúlveda, y después de bordear el río nuevamente volvimos al punto de partida.

Cogimos el coche, que habíamos dejado cerca del Centro de Recepción, y nos dirigimos a la Ermita de San Frutos, pasando por Villar de Sobrepeña y Villaseca. De este último pueblo sale un camino de tierra que parte de su iglesia y que tras 4 kilómetros te lleva a una zona de aparcamiento desde la que se puede bajar a la Ermita de San Frutos tras andar unos 900 metros. Éste es un camino muy transitado por coches y autobuses. Como era viernes no había casi tráfico, sólo dos autobuses a doscientos metros de nosotros que, dada la orografía del terreno, bastante árido, parecían sacados de la película "Priscila, Reina del Desierto".

Dejamos el coche y bajamos por la senda,

A nuestra derecha podíamos contemplar las hoces del río, sobrevoladas por todo tipo de aves, destacando los buitres por su gran tamaño e indudable atractivo.

Llegando a la Ermita de San Frutos el paisaje es espectacular.

Entre las ruinas, bien conservadas, se respira el ambiente de tranquilidad que seguramente hizo trasladar su residencia al noble visigodo para dedicarse a una vida de retiro y oración. (Él que podía (:-)).

De vuelta, y después de comernos dos sandwiches, partimos hacia Pedraza, que ya que era viernes y aún no habría mucha gente, podríamos visitarla sin los tumultos de fin de semana por los que se caracteriza.

Llegando a la población nos paramos ante unas ruinas para contemplar a las cigüeñas que anidaban en lo alto.

Nos acercamos al Castillo de Predaza, que ahora es un museo, pero dada la hora que era, las cuatro de la tarde, no pudimos pasar de la puerta, que por cierto, reflejaba el carácter defensivo que tuvo una vez.

Como el calor apretaba, nos fuimos hacia la Plaza Mayor a tomarlos un platito de olivas y un refresco bajo los soportales.

Después de una horita de relajación y vida contemplativa, volvimos hacia el coche y partimos de regreso a Sepúlveda, parando un poco antes de llegar para fotografiarla desde un mirador cercano.

Después de cenar en un buen restaurante de la ciudad nos fuimos a descansar hasta el día siguiente que emprenderíamos camino hacia Segovia.

Pensábamos en levantarnos no muy tarde, pero la tranquilidad de la mañana hizo que se nos pegaran las sábanas. Bueno..., estábamos de vacaciones y eso de poner el despertador no nos parecía muy apropiado.

Salimos cerca de la diez de la mañana hacia Espirdo, una pequeña localidad cercana a Segovia, donde teníamos contratado el siguiente alojamiento: "La Casona de Espirdo".

La verdad es que no tardamos mucho en llegar. Allí nos esperaba Carmen, que nos enseñó la habitación donde íbamos a dormir.

La casa rural era de lo más confortable, de hecho estaba abierta sólo desde Semana Santa. Cuidada con esmero por sus propietarios hasta los más mínimos detalles, era el alojamiento ideal.

Desde la ventana podíamos contemplar el campanario de la iglesia donde, como no, había un nido de cigüeñas.

Dejamos las maletas en la habitación y partimos hacia Segovia. Nuestro primer destino era el Alcázar, edificio cargado de historia, residencia de reyes en el pasado y Archivo General Militar en nuestros días. Ya en el Alcázar, María José se hizo con un audioguía y empezamos la visita. En la entrada habían varias armaduras de esas que nadie sabe cómo eran capaces de llevar puestas nuestros antepasados.

Accediendo a las terrazas pudimos contemplar preciosas vistas de la ciudad y sus alrededores y cómo no, nidos de cigüeñas que siempre se buscan los sitios más elevados para procrear.

Saliendo del recinto se advierte el cuidado con el que se mantiene la fortaleza.

Después de descansar un poco en los jardines del Alcázar zigzageamos por las calles de Segovia hasta llegar a la Catedral. Había que pagar para entrar, como si fuera un museo, y decidimos no pasar. Nos dirigimos calle abajo hasta el Acueducto, impresionante obra de arte que después de su limpieza ha quedado en perfecto estado.

La primera impresión es como si fuera una obra de cartón-piedra, por sus formas redondeadas.

Por la tarde nos fuimos hacia el Parador de Turismo que, como la mayoría de los paradores, está situado en un enclave estratégico, desde donde se contempla una buena panorámica de toda la ciudad. Una cervecitas, unas almedras y a disfrutar de la vista.

Cenamos en Segovia, en un restaurante un poco escondido y donde el precio no es tan abusivo como en la mayoría de los situados en las calles más concurridas. Nos pusimos literalmente "las botas". Como colofón nos sacaron un "ponche segoviano" que estaba para "chuparse los dedos".

Al día siguiente y después de un super-desayuno que nos prepararon en la casa rural, al que no le faltaba de nada, salimos hacia La Granja de San Ildefonso.

La visita era guiada. Estuvimos deambulando por todo el palacio y al finalizar la visita salimos a los jardines.

Nos pilló un aguacero que hizo que abandonáramos el palacio antes de lo previsto. Aún así salimos a la hora de comer y empezamos a buscar algún sitio por la zona. Visto que los bares de los alrededores con calidad-precio asequible para nuestros bolsillos estaban bastante llenos, decidimos aventurarnos por algún pueblo cercano.

Tomamos dirección a Valsaín, cuyos bosques son famosos por su estado de conservación, y paramos en una pedanía llamada "La Pradera". A su entrada vimos un restaurante con menú del día a un precio más que razonable y decidimos quedarnos allí.

Después de disfrutar de una buena comida partimos rumbo al Palacio de Riofrío, situado dentro de una reserva animal donde pudimos contemplar varias especies en total libertad. La visita guiada al palacio fue amenizada por un guía muy simpático y gran conocedor de nuestra Historia.

Como colofón a nuestro viaje nos apeteció una cena tranquila, así que nos fuimos a cenar a "Tele Pizza" e ir al cine a ver "El diario de Bridget Jones". (:-).

Al día siguiente emprendimos la vuelta rumbo a Valencia, no sin antes tomar un suculento desayuno y hacer unas fotos del fenomenal porche que adorna "La Casona de Espirdo".

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