Si estuviera contra la guerra, estaría contra la humanidad, especialmente contra Europa y detalladamente contra el catolicismo.
Bien sé que los más grandes matarifes del mundo, aquí, con cejas de pico y calvicie iniciática han movido a algún millón de siervos por esas calles de Dios.
«No a la guerra» es un buen banderín de enganche, aunque lo levanten seguidores de la mortandad. Con medios que lo promocionaran, esas personas saldrían al grito de " no al sida, pero follando " o " no a las multas de tráfico. " Una curiosa situación de Asertividad: dicen sí -que es lo que suele pedir el cuerpo-al no.
Soy zurdo, y lo pillo al revés. Zurdo corregido, que son los agudos (Somos un 10% del 10% total del mundo) Y se me ocurre enfangarme en la Asertividad y decir sí como está mandado: ¡Si a la guerra!
-¡Anda! ¿Y éste?
Pues
con una razón de la que tirarían bueyes y parlamentos
sin moverla de su sitio.
El oriente medio-mejor, casi, oriente largo,-entra en la historia por
Egipto y Sumer. Y buenas guerras se traían. Asirios, babilonios,
hurritas, filisteos, judíos, amalecitas... medos, persas. La cosa
les gustaba, y sigue. Esto de la guerra es parte del humano, como el páncreas
o el intestino ciego.
Como
plato fuerte, renovadora de la matanza, se ha dejado a la " Vieja
Europa " En origen, tras la invasión y matanza de los pelasgos,
los dorios jonios y aqueos y demás aficionados, y se cargaron Troya,
varias veces. Ocuparon por las armas las islas asiáticas, se cargaron
la talasocracia cretense, ocuparon terrenos lejanos llamados colonias.
Se mataron entre ellos: Megara, Atenas, Tebas, Esparta. Fueron valladar,
sangriento, contra Persia: y ahí nace la gran Europa que filosofaba
con el casco y el escudo. Asaltaron Asia y la dominaron cin Alejandro.
También Egipto. Probaron con Roma pero ahí no fueron las
cosas tan bién a pesar de los elefantes de Pirro La Magna Grecia.
Sicilia. Marsella. Emporion.
Los romanos les dieron los intereses en Cinocéfalos. Tumbaron a los germanos, a los celtas, a los anglos, a los hispanos, ha Yugurta. A sus propios conspiradores, ya Catilina, y Sila y a Mario, sin olvidar a Pompeyo y Craso. Ni a César, el rayo de la guerra. Ocho siglos combatimos los españoles al moro y, en general, europeos contra europeos a grandes dosis.
Siempre, sí, filosofando bajo el casco y tras el escudo. Inútil es negar un pasado tan movido y, en el centro de lo más movido, filósofos, poetas y científicos, amor alado en las cortes de Provenza, poemas insuperables.
Todo esto -y mucho más- entre guerras: varias por generación, todos bien imbuidos del cristianismo que nada impidió a Julio Segundo.Dos, tres, cuatro y cinco mil años de prácticas configuraron lo que ya es inatacable: nuestra historia, que configuró pueblos psicologías miedos y valores. Y tn singulares ciencias como la Medicina, la Geografía, la Ingeniería o la Arquitectura.
Hoy, por la presión ñoña de los medios, no conviene hablar así de la guerra, ni menos de la que aún no ha estallado. Pero habrá que decir alguna verdad inatacable: esa es nuestra herencia; nuestra historia que configura pueblos, psicologías, miedos y valores.
Ahora, un grupo de optimistas, dicen no a la guerra: a una; no a las cuarenta y ocho que arden en este momento. Quien esté libre de pecado, quien crea que nuestro mundo moderno no es hijo de mil guerras, que tire la primera piedra.
Sin estas guerras que hoy braman, sin las anteriores hasta Senaquerib al menos, Europa no lo sería. España no lo sería. La guerra, una terribilísima fuerza del carácter humano, nos ha hecho. No nos gusta. No la queremos más. Pero en las calles no se apagará la fiera condición del hombre.
Nace del Sol. Alumbran las estrellas, murmurando palabras de amor. Estallan las guerras...
Por cierto: a los que me espían en la red, los que me quieren de una o de otra región, con leguas de juguete, ¿Qué buscan de mi, la paz primaveral o la guerra veraniega?
Arturo Robsy