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El propio Aldous Huxley, en el prefacio del libro, explica el sentido del mismo:
"Cuando tenía 16 años sufrí un violento ataque de keratitis punctacta que me dejó (después de 18 meses de casi ceguera, durante los cuales dependí del Braille para la lectura y de un guía para mis paseos) con un ojo tan sólo capaz de la percepción de la luz, y el otro con la visión suficiente para permitirme reconocer las letras de 57 metros de la escala de Snellen a 3 metros y medio. Mi incapacidad para ver era debida principalmente a la presencia de opacidades en la córnea, pero este estado se complicaba con hipermetropía y astigmatismo. Durante algunos años, mis médicos me aconsejaron leer con ayuda de una poderosa lente de aumento. Más tarde me recetaron lentes. Con la ayuda de ellos pude reconocer la línea de veinte a tres metros y medio, y fui capaz de leer bastante bien, con tal de mantener la pupila dilatada con atropina para poder ver alrededor de la mancha de opacidad, situada en el centro de la córnea. Cierto es que siempre experimentaba una sensación de esfuerzo y fatiga, y en muchas ocasiones fui vencido por una sensación de agotamiento físico y mental que sólo podía producir el esfuerzo ocular. Pero aun tenía que estar agradecido de ver en la forma en que lo hacia.
Las cosas siguieron así hasta el año 1939, cuando, a pesar de las poderosos lentes que gastaba, la tarea de leer se hacía cada vez más difícil y fatigosa. No cabía duda de que mi capacidad para leer declinaba continua y rápidamente. Cuando pensaba, lleno de temor, lo que yo podría hacer sobre esta tierra sin la lectura se me hacia imposible, oí hablar de un método de reeducación visual y de un maestro que, según se decía, hacía uso de este método con excelentes resultados. La educación parecía completamente innocua, y como los lentes pronto me iban a ser insuficientes decidí someterme a la prueba. En un par de meses pude leer sin lentes, y lo que es aún mejor sin esfuerzo y fatiga. La tensión crónica y los vahídos, que me dejaban completamente agotado, pertenecían al pasado. Además, existían signos de que la opacidad de la córnea, que había ido aumentando invariablemente durante 25 años, comenzaba a aclararse. Actualmente, mi visión, aunque muy lejos de la normal, es doble de la que tenía cuando usaba lentes, antes de haber aprendido el arte de ver; y la opacidad se ha aclarado lo suficiente para permitir al ojo peor, que durante años tan sólo podía distinguir la luz en la oscuridad, reconocer la línea de los tres metros y medio a treinta centímetros.
Este libro lo he escrito, ante todo, para responder a una deuda de gratitud, gratitud al precursor de la educación visual, el Dr. W. H. Bates, y a su discípula Mrs. Margaret D. Corbett, a cuya habilidad como maestra debo la mejoría de mi visión.
Se han publicado algunos otros libros sobre educación visual, especialmente el del propio Dr. Bates, 'Perfect Sight Without Glasses (New York, 1920), el de Mrs. Corbett, How to Improve Your Eyes (Los Angeles, 1938), y The Improvement of Sight by Natural Methods por C. S. Price, M. B. E., D. O. (London, 1934). Todos tienen sus méritos, pero en ninguno (al menos de los que yo he leído) se ha hecho un ensayo para hacer lo que yo he hecho en el presente volumen: relacionar los métodos de la educación visual con los hallazgos de la psicología moderna y de la filosofía critica. Mi propósito al hacer esta correlación es demostrar lo razonable de un método que no se propone otra cosa que aplicar prácticamente a los problemas de la visión ciertos principios teóricos, universalmente aceptados como exactos.
¿Por qué, podemos preguntarnos, los oftalmólogos ortodoxos no han sido capaces de hacer estas aplicaciones de principios universalmente aceptados? La respuesta es clara. Desde que la oftalmología llegó a ser una ciencia, los especialistas se han preocupado de un modo obsesivo de un solo aspecto del proceso complejo de la visión: el fisiológico. Tan sólo han prestado atención a los ojos, y no -a la mente que hace uso de los ojos para ver. He sido tratado por hombres eminentes en su profesión; pero jamás me han hecho la menor insinuación de que exista una parte mental de la visión, o de que haya procedimientos falsos de utilizar los ojos y la mente, así como procedimientos correctos, modos antinaturales y anormales de funcionamiento visual, así como modos naturales y normales. Después de tratar la infección aguda de mis ojos, en la que demostraron máxima habilidad, me proporcionaron lentes artificiales y me abandonaron. El que yo utilizara bien o mal mi mente, y mis ojos provistos de gafas les era perfectamente indiferente a todos los oftalmólogos ortodoxos, como también lo era el efecto que tendría sobre mi visión su uso inadecuado. Para el doctor Bates, por el contrarío, estas cosas no le eran indiferentes, y, en consecuencia, después de largos años de experimentos y de práctica clínica elaboró un método especial de educación visual. Su eficacia muestra la bondad de este método.
Mi caso no es único; millares de otros enfermos con defectos visuales se han beneficiado siguiendo las simples reglas del arte de la visión que debemos a Bates y sus continuadores. El propósito esencial de este libro es difundir el conocimiento de este arte.
A. H.".
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