Sea esta la regla de nuestra vida: decir lo que sentimos, sentir lo que decimos. En suma, que la palabra vaya de acuerdo con los hechos.
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Adiós, Arafat

 
Juan V. Oltra
 

O como cuando lo políticamente incorrecto es políticamente correcto

Cuando se repasa la lista de los premios Nobel de la Paz y se encuentra a Arafat en ella, rápidamente uno corre a ver si en los años 30 hubo algún ex aequo para Hitler y Stalin. Y es que más que pensar en él como la paloma de la paz, habría que buscar en el bestiario otro animal para caracterizar su biografía.

Arafat, recientemente fallecido en Francia, donde tenía a su familia a buen recaudo mientras directa o indirectamente mandaba a los hijos de otros a la muerte, tuvo un éxito que nadie podrá regatearle: conquistar a la pseudoprogresía, a tanto tonto ilustrado de esos que tienen muy claras verdades totales como que todas las religiones son iguales, menos la propia, que es la peor. O como en este caso, en que toda la razón en el conflicto arabe-israelí, pinta siempre en un solo lado.

No quiero que se interprete que caigo en el lado de aquellos que sin ningún tipo de sonrojo o rubor, disparan deducciones como aquella que oía hace poco que decía: "Israel es la única nación creada por mandato directo de Dios, ergo los enemigos de Israel van contra Dios", pero desde luego sin caer en maniqueísmos soy consciente de que mi idea de civilización, sin coincidir plenamente, se aproxima mucho más a la que se vive en Nueva York o Tel Aviv que a la que malvive en Gaza o Amman... y esto es algo que todos estos nuevos portadores del antisemitismo, antisionismo o antijudaismo, que tanto me da por muchos matices que se quieran sacar, no quieren ver: que abandonados a su suerte en "el otro lado" amigo, el del chador y el burka, no sobrevivirían mucho tiempo manteniendo sus formas de actuar y maneras de pensar.

Ojo, que en este lío no está sola la izquierda pinturera: el gran logro del frente pro-palestino (que no debería llamarlo así, ya lo se: Israel quiere convivir con una Palestina en paz, pero no tener el germen del mal adosado permanentemente) es que sus compañeros de viaje sean variados: desde elementos de extrema derecha que quizá por herencia intelectual del nacionalsocialismo siguen viendo al judío como la bicha, hasta, pasmémonos, el Osservatore Romano, el periódico del Papa, que acusa de exterminio a un pueblo previamente exterminado a millones por los cristianos europeos, negando a los supervivientes de aquel exterminio que todavía conservan el número marcado en el brazo el derecho a defenderse, a no dejarse exterminar de nuevo. A todo esto, no olvidemos que en España sabemos mucho de terror ¿cuántos de tantos que hoy se llenan la boca defendiendo lo indefendible en tierras ajenas no suspirarían por un gobierno que luchase contra el terror de manera valiente, como el israelí?. Claro que, como siempre, quedarían residuos que prefirieran al terrorista que a la víctima, pero cuando se sufre en carne propia, el número de tontos, que según la Biblia es infinito, decrece exponencialmente.

Hablar hoy por hoy críticamente de Arafat podría quedar cojo sin citar a Oriana Fallaci, quien cuenta en su libro "La fuerza de la razón" algo tremendamente esclarecedor de su ya famosa entrevista con éste, sobrino del Gran Muftí de Jerusalen, Mohamed Amín al-Husseini, procesado en Nuremberg en contumacia por su apoyo a la Alemania nazi, padrino de la "Handzar Trennung", la división compuesta por 21.000 bosnios de las SS Islámicas. Pues bien, Arafat vino a decirle a Oriana "Nuestra revolución es una etapa de la revolución mundial. No se limita a la reconquista de Palestina. Hay que ser honestos y admitir que queremos llegar a una guerra como la guerra de Vietnam. Queremos otro Vietnam. Y no sólo en Palestina sino también en todos los países árabes. Los palestinos forman parte de la Nación Árabe. Y por lo tanto es necesario que toda la Nación Árabe entre en guerra contra América y contra Europa. Que desencadene una guerra total contra Occidente. Y la desencadenará. Que América y Europa sepan que estamos apenas al principio del principio. Que lo mejor está aún por llegar. Que de ahora en adelante no habrá paz para ellos. (...) Avanzar paso a paso, milímetro a milímetro. Año tras año. Década tras década. Determinados, obstinados, pacientes. Ésta es nuestra estrategia. Una estrategia que, por lo demás, expanderemos"

Frente a esto, quizá solo queda recordar aquella frase de Golda Meir que decía ?la paz llegará cuando los palestinos quieran tanto a sus hijos como odian a los nuestros?. Y no sólo eso, también el sutil matiz de que en la guerra arabe-israelí los árabes pueden permitirse perder una, diez, mil guerras... y siempre estarán ahí. Si los judíos pierden una, saben que todo se acabó, que pueden decir adiós al sueño.







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