Conducir a la hora de cierre de los gimnasios empieza a ser una actividad de
alto riesgo. Las ciudades se plagan de seres que bajo una envoltura más
parecida a la de un cruasán que a la humana, desparraman su adrenalina por el
asfalto con un arrojo que haría sonrojar a Atila.
Estos individuos por lo general de cráneo rapado en su exterior y no mucho más
amueblado en su interior, que salen disparados de las salas de musculación en
búsqueda de sus novias, chicas o apaños (que, hay que decirlo, en muchos casos
aprovechan esas horas de asueto lejos de su gorila correspondiente para
tejerles gorras con guantes con humildes ratas de biblioteca), como tribu
urbana ya constituida, mantienen sus rasgos diferenciales para con el común de
los mortales, pero esta vez no se limitan a su indumentaria personal, pelaje y
plumaje que haría sin duda las delicias de Feliz Rodríguez de la Fuente, sino
que se extiende a su vehículo, artilugios del demonio destinados a la caza del
desprevenido peatón en sus manos.
Si, querido lector, bien seas peatón, probo padre de familia que recoges a tu
prole del colegio, humilde repartidor, trabajador del taxi que entregas tu piel
al volante, lo que a esas horas fatídicas nos une a todos es que debemos estar
ojo avizor buscando muestras en el horizonte que nos permitan ponernos a salvo
de esos coches pequeños y potentes, baratos o caros, desde el Ibiza al BMW de
diseño, que la idiocia no entiende de clases sociales o filiaciones políticas.
Es fácil reconocer estos automóviles. En su interior, múltiples lucecitas, sin
duda para suplir las que faltan en la cabeza del conductor, iluminan unos dados
gigantescos de colores que ocupan medio parabrisas. La carrocería, decorada con
múltiples alerones y cacharrería diversa, esconde un lugar donde el pelado
apunta como muescas en la culata de su revolver, el número de altercados
públicos conseguidos con su discoteca rodante.
He oído disculpas múltiples a este comportamiento, desde aquellos que invocan
viejas legislaciones que consideraban eximente al viento, a la que hace de la
mentira del ejercicio una nueva forma de vida (como le comentaba a un querido
médico, hace diez años se recomendaba para estar sano una hora diaria, hace
cinco, pasó la recomendación a ser de una hora cada dos días, hoy en día lo
centralizan en fines de semana... mi teoría de los cinco minutos mensuales va
cobrando certeza científica por minutos). Sin embargo, creo que responde a algo
más complejo
Estamos ante un fenómeno al que se le pueden buscar muchas causas y orígenes,
pero que puede resumirse en uno: el cambio de valores en la sociedad. Más allá
del caso ?Farruquito?, lo cierto es que parece percibirse en buena parte de
nosotros la instalación de la cultura del todo vale. El culto al cuerpo, la
agresividad y la ostentación han suplido en estos mentecatos y, en menor medida
en el resto de nosotros, al desarrollo del raciocinio, la paz y la
laboriosidad. Un cambio que no favorece más que a los que buscan el
aborregamiento de una sociedad dócil que ignore los verdaderos problemas pero
que babee ante un partido de fútbol o una boda real.
Porque este adormecimiento de la sociedad no sólo afecta a estos musculitos que
fanfarronean de sus propias miserias, sino que lamentablemente nos afecta a
todos... ¿dónde están los intelectuales?... nuestros ateneos hoy más parecen
casinos que hogares de la cultura, nuestras universidades centros de promoción
personal, los periódicos estan llenos de tontos útiles a la derecha o a la
izquierda, cacatúas repite consignas nada originales que nos intentan hacer
olvidar que PP y PSOE no son en realidad más que las dos caras del monstruoso
Jano Bifronte que gobierna este país antes llamado España, a perpetuidad.
Las calles pobladas de bárbaros, cuando no de delincuentes, nuestras clases
dirigentes que han convertido al parlamento en un lugar donde ya no se ?parla?,
solo se lee, no se habla (algo que estuvo prohibido durante muchos años pero
que la cortedad demostrada de nuestros políticos haría imposible hoy), los
intelectuales brillando por su ausencia, con honorables excepciones y, mientras
tanto, la sociedad perdida y desorientada va, sino al despeñadero, al menos si
hacia un laberinto de difícil salida sin guía. Alimentados por la televisión
basura, con un nivel de lectura reducido a las revistas del hígado y a unos
cuantos periódicos que en realidad son el mismo, precisamos rescatar un mínimo
de inteligencia para salir de las penumbras de esta época bárbara
Despierta, España, despierta. Busca dentro de ti las brasas que aun humean.
Obrero, funcionario, intelectual... rescata tus valores y, por favor, piensa
sin muletas, sin ideas extrañas, usa tu propia entraña para desarrollar tu
pensamiento.