Bono y los tontos 
Juan V. Oltra

Cuando escuché que en el desfile de la Hispanidad iban a participar combatientes de ambos bandos de nuestra llorada guerra incivil, me sentí parcialmente reconciliado con la política.

He de ser honrado: no parto de cero, reconozco que Bono me es simpático hace tiempo. Y es que escuchar de unos mismos labios peticiones de justicia social, y frases cargadas de amor a España es no sólo singular en estos tiempos que corren, sino tranquilizante y cuasisalvífico para el espíritu... y si encima el que lo pronuncia se llama a sí mismo católico, uno llega a pensar que no está tan solo en su locura y es capaz hasta de hacerle campaña pegando carteles.

Justo tenía que ser quien dio una idea que a algunos les parecerá absurda: unir en un símbolo a aquellos que en su juventud se enfrentaron con las armas, portando flores a los caídos. A los caídos por España, sea cual sea la concepción que estos tuvieran de España: lo importante es que todos cayeron soñando con una España mejor, de manera equivocada o no, que no estamos ahora para ponernos a juzgar a los muertos aunque los irreconciliables que aun viven en el año 1939 no lleguen jamás a entenderlo. Y es que Bono, hijo de falangista que nunca ha necesitado insultar a su padre para progresar en la política, debe saber mucho de amar a las personas, piensen lo que piensen estas personas.

Claro que lo entiendo perfectamente. Por citar sólo dos antecedentes, mi tío, marido de mi madrina, estuvo unos cuantos años en la cárcel en los 40 purgando su pertenencia a las JSU (sí, las juventudes socialistas de Carrillo)... otro tío, primo de mi padre, fue, hasta su muerte, presidente local de la hermandad de combatientes de la División Azul (ciertamente lo que nunca ha habido en mi familia son tibios: no sé de nadie que tuviera pasado en la CEDA o similar, afortunadamente). Entenderán que desde mi particular prisma no sólo me guste, sino que aplaudo ese guiño de Bono.

Guiño recogido adecuadamente: es bueno saber que dos de los veteranos, Daniel Fernández García, republicano viejo de los "de verdad" y Ángel Salamanca, presidente de la Hermandad de la División Azul, tras conocerse almorzaran y se abrazaran dando ejemplo a todos esos mentecatos que quisieran descerrajarles de un tiro en la nuca sin importarles su ancianidad. El ministro Bono, sin tener que mirar muy lejos para ello, ha recordado que en España hay casas en las que padres e hijos que tienen distintas ideologías conviven con normalidad. Les aseguro, en primera persona del singular, que la afirmación del ministro me ha reafirmado en el cariño que éste me despierta.  




Dos fotos especialmente dolorosas para el sr. Llamazares

Claro que habrá quien saque a colación una pequeña bronca que Luis Royo Ibáñez, veterano de la División Leclerc (quien por cierto no entró en París el 24 de agosto de 1944, sino el 25, por una avería del coche oruga que conducía) le soltó a Ángel Salamanca, viniendo a decirle que la culpa del estado actual de las cosas es suya. Once años siendo esclavo de Stalin, según reza su propia autobiografía (Salamanca fue de los que regresaron del infierno soviético en el Semiramis) le habrán dado paciencia como para no entrar a ese trapo. Excepto ese pequeño incidente, común por otra parte en cualquier reunión de peñas de jubilados disputando trofeos de dominó, fenomenal en el resto, Obviamente si nos olvidamos de la clase política. Que no le guste a Llamazares, que da muestras con sus actuaciones para pensar que nació tonto y que luego tuvo una recaída, ya va siendo un elemento que permite felicitarse por la decisión. Que no le guste a ERC, pues miren, creo que puedo afirmar con toda rotundidad que me importa una higa... y que no le guste a Rajoy, simplemente entra en la lógica parlamentaria. Si se le hubiera ocurrido a él o a una de sus marionetas políticas, Zapatero se hubiera echado al monte.

Una apostilla, si me lo permiten: siempre habrá a quien demonice a unos y a otros, pero ojo: no caigamos en la inmoralidad de insultar a los que cayeron en los frentes, quien muere por una idea merece más que respeto, por abominable que nos pueda parecer esa idea. Los perversos en el 36 no se jugaban su propia vida, más bien se lo pasaban pipa en bares y cafeterías alejadas del frente mientras daban paseos en las retaguardias o montaban chekas. Los perversos eran comisarios políticos del PCE o falangistas de nuevo cuño procedentes de la CEDA, mientras anarquistas y viejos camisas azules morían cara a cara por una España mejor. Hoy, los perversos en un grado, si, inferior al de aquellos heraldos del diablo, juegan a hacer política. Y lo malo es que nosotros les damos alas con nuestros votos, ya ven que poco originales y vulgares son esos políticos-compresa de usar y tirar.

La foto del homenaje a los caídos es de las más emotivas de los últimos años. Yo se que mis tíos, los mencionados y otros que no salen en esta foto, se lo agradecen a Bono. Gracias, ministro.

Juan V. Oltra
15.X.2004

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