El cielo no comunica
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Juan V. Oltra
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Pequeña reflexión sobre la actitud de los cristianos de a pié.
Escribo estas líneas en el primer aniversario de la muerte de mi padre, tras regresar a casa después de asistir a una misa en la misma iglesia donde él fue bautizado, donde se casó... y donde dimos la última despedida a su cuerpo mortal. Como imaginarán, no eran unos momentos especialmente dispuestos para la observación, aunque algo sucedió que me puso ojo avizor .
En el momento de la transubstanciación, mientras los fieles empezaban a levantarse para comulgar, me llamó la atención un señor que se levantó, pero que en lugar de marchar hacia la fila de feligreses que esperaban la Sagrada Forma se escondió en un recoveco que deja el altar de Santa Bárbara y allí, aprovechando la oscuridad y el sonido de fondo de la canción de los fieles, desenvainó cual sheriff galáctico su teléfono móvil y se dispuso a hablar.
Evidentemente, uno es humano y entiende lógico que a cualquiera se le olvide apagar o al menos silenciar su teléfono al entrar en el templo... pero a mi me da el pálpito que este prójimo no lo empleó para hablar con el Sumo Hacedor (no creo que Él precise de esas tecnologías), simplemente, respondía a una falta de educación.
Una falta de respeto menor, si, que aquellas que pudo hacer ese miliciano que en la puerta de esa misma iglesia estuvo a punto de dar un culetazo de fusil a mi padre, en los años 30. Claro que aquel miliciano no se llamaba a sí mismo cristiano y el telefónico caballero de marras, si. Y el extrapolar esta actuación hace más preocupante el asunto, pues viene a reflejar la despreocupación absoluta de los fieles por su Iglesia, no solo atendiendo a la urbanidad, sino en todos los términos, desde los económicos a los políticos (decir que votar al PSOE, al PP... es votar católico resulta más divertido que el tubo de la risa, pero esto daría para muchos artículos). No se trata pues de alertar sobre un ataque externo, sino simplemente el oler el tufillo a podrido que a nuestro alrededor puede existir, avisando, con su permiso, de que estando claro que no se pueden esperar ayudas externas con todo lo que está cayendo, desde dentro al menos hay que guardar las formas y mantener las ideas claras. Dijo Pablo VI que "De entre alguna fisura el humo de Satanás entró en el templo de Dios", aunque más bien parece que el diablo emplea lanzallamas ¿ya ha reservado usted su chaleco de amianto?.
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