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Dijo Cervantes que el no era padre sino padrastro del Quijote. El mentía, yo no cuando así me proclamo de estas líneas que escribo ahora.
 

Parte I. Del amor y la distancia. Sentimientos del caballero abajo firmante.

Lejos del valle y de la ciudad, donde la cordillera es siempre azul, donde la distancia es el monte y al cielo se le trata de tu a tu, donde los pastores crearon un país, donde la Justicia es un honor, esa es la tierra donde yo nací, noble lugar donde un día los hombres marcaron su ley. Hay gente que me critica por que no sigo las normas. Porque me gusta ser libre, y lo demás no me importa. Y yo le digo a esa gente que no hay quien cambie el destino, que si naces lechón, mueres gorrino.

Y un día vi venir al diablo dándome treinta monedas de plata. Y vi muy claro que yo era un vulgar traidor jugando a ganador, con el peor estilo de un mal perdedor.

Lágrimas a través de lágrimas han escrito historias y me han robado el corazón. Yo no se si podré encontrar la luz, el camino es largo y estoy cansado ya. Y ahora me esperas para proseguir los dos, rechazando cualquier ocasión de separarnos a mitad del camino.

Andamos como cuando juramos para siempre ser como hermanos. Muchas veces te recuerdo y tu ternura arranca lágrimas. Cuando sopla fuerte el viento eres mi fuego. Nunca me faltó un amigo ni tu amor dispuesto a perdonar. Y yo con todo he jugado sin sentido.

No es preciso que entendamos tanto lamento, vuelve a desplegar tus alas y a volar contra el viento, por encima de las copas de los álamos perdidos.
 

Parte II. Reflexiones de un caballero herido ante su espada.

El cuerpo de mi espada es clara como pretendo que sea mi alma, aun sin conseguirlo.

Mi espada tiene dos filos: uno para hacer cumplir las leyes civiles o seculares, del siglo. El otro para las leyes religiosas, las de la iglesia.

La punta de mi espada es afilada. Para acabar con los enemigos de la Fe.

Mi espada tiene forma de cruz, así que la beso antes de entrar en batalla y cuando un trance así me lo demanda.

El pomo de mi espada acaba en una bola, que representa el mundo donde vivo y en el que seré enterrado.
 
 

Parte III. Locura de un caballero decrépito. (Con respeto, admiración y un mucho de plagio para un maestro con nombre de torero y apellido de toro: Miguel Mihura )

III.1 Nacimiento

Cuando fui a nacer, Camelot no existía todavía, así que tuvieron que crearlo para que naciéramos yo y un señor bajito cuyo nombre no recuerdo pero que también quería ser Camelotiense o Cameloteño. La ocurrencia de inventarlo fue de un pastor llamado Albanel, que una tarde, cuando paseaba con sus ovejas por el campo, llevándolas en brazos y meciéndolas maternalmente, vio un gran terreno rodeado de un foso

- Aquí podríamos hacer Camelot, para que naciesen juanjuan y ese señor bajito cuyo nombre no recuerdo pero que también quiere ser Camelotiense o Cameloteño, pensó Albanel, un pescador con el mar en huelga reconvertido a pastor.

Y llamó a gritos a otro grupo de pastores: ¡Arturo! ¡Ginebra! ¡Sonja! ¡Pirx!, quienes dijeron: efectivamente sería un buen negocio inventarlo, pues Camelot no existe todavía y a la gente lo que le apetece es estar en Camelot y no en otros canales raros como España, Deprimidos o Gay_Osos (Pirx dijo que el prefería estar en Gay_Osos, pero todos empezaron a mirar al cielo y a silbar hasta que el pirxonida asintió)

Y una vez Camelot estuvo terminado, tocaron una campanilla y nacimos yo y ese señor bajito cuyo nombre no recuerdo pero que también quería ser Camelotiense o Cameloteño.
 

III.2 Crecimiento y madurez


Como todos los niños de Camelot, adquirí la madurez cuando perdí la pureza. Cuando me enteré de lo que significaba patata.

Fue Sonja quien me abrió los ojos. Recuerdo la escena como si fuera hoy. Sonja me llamó a su almena, cerró la puerta con llave y con cerrojo, y mirándome gravemente y apoyando una de sus manos en mi hombro, me dijo:

Sonja, al llegar a este punto, calló. Parecía tener miedo a continuar. Estaba tan avergonzada como yo mismo, que no me atrevía a levantar la mirada del suelo. Pero Sonja se rehizo. Me miró fijamente. Y al fin, habló Y me contó lo que significaba patata. Cuando acabó de contármelo, con todos sus detalles llenos de crudeza, yo me eche a llorar, tal era la vergüenza que había pasado, ya que mis oídos eran castos y puros.

Sin saber que hacer, me eché al suelo y bese conmovido los pies de Sonja.

Aquella noche no pude dormir. Daba vueltas en la cama sin poder conciliar el sueño. ¡Sabía lo que significaba patata! ¡Ya era todo un hombre! ¡Había dejado atrás la niñez!

- ¡Patata! ¡Patata! - repetía. Y me consideraba ya un pobre viejo lleno de experiencia.
 

III. 3. Amor, lucha y convalecencia.


En estas andábamos cuando desperté al amor. Fue algo raro. De pequeño, cuando veíamos a alguien con barba sabía que era un niño.

Pero si en lugar de barba llevaba un paquete, no sabía si era niño, niña o un cangrejo, lo que me provocaba la incertidumbre de darle un puro, decirle un piropo o arrancarle una pata para chuparla

Tan falto de experiencia estaba que un día me case con un señor que era notario. Y cuando por la noche descubrimos toda la verdad, nos disgustamos muchisimo y nos pusimos a llorar como dos criaturitas.

Pero después de insultarnos durante bastante tiempo, pensamos que era una tontería desaprovechar los billetes de ferrocarril, que ya teníamos para el viaje de novios, y que un viaje de novios, sea con una señorita estupenda o con un notario, siempre resulta bastante entretenido.

Al poco tiempo nos pasó lo que suele pasar en los matrimonios: que se cruzó en mi camino una moza estupenda y yo me escape con ella, no sin antes dejarle al notario, encima de la mesa, una conmovedora carta que decía así: " No me esperes esta noche para jugar al billar, porque me escapo con una moza que está imponente. En el cajón de mi mesita de noche te dejo una caja de puros como recuerdo. Adiós." Y no volví a ver más al notario.

Poco duró mi calma. La moza pretendía que, como caballero andante que soy (el caballo se me lo llevó la grúa, por eso soy andante) corriera alguna aventura que poder contar ante la lumbre. Sentado estaba al borde de la piscina, mientras devoraba un bocadillo de jamón pensando en que aventuras podría correr, cuando una loncha se resbaló y cayó al foso.

¡Horror!. La mezcla de cloro y orines hizo que se tornara en un ente radiactivo que, tras bajar al pueblo y aleccionar en un sabrosísimo mitin a los chorizos y morcillas allí residentes, formaron un ejercito al que había que batir.
 

Volveremos a vernos para terminar la historia si Dios quiere y tu no le estorbas.

juanjuan

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