Sea esta la regla de nuestra vida: decir lo que sentimos, sentir lo que decimos. En suma, que la palabra vaya de acuerdo con los hechos.
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DESDE EL PEQUEÑO MUNDO

Los tiempos están cambiando


 
Juan V. Oltra
 



Se lo aseguro. No era mi intención mencionar las fallas, bastante hacemos los valencianos soportando sus molestias mientras intentamos llevar nuestra vida cotidiana rodeados de ruido, atascos, pólvora incontrolada y gentes de mal beber. No quería, pero la visión de una fallera con un piercing en los labios hablando sin parar con su móvil de última generación mientras llevaba su ofrenda floral a la Virgen de los Desamparados ha quebrado mis esquemas.

Y es que los tiempos cambian, y nosotros debemos aprender a convivir con el vértigo del viraje. Hay quien lo hace mejor que otros, como la Conferencia Episcopal ha venido a demostrar, dicho esto sin querer prejuzgar a monseñor Blázquez ni, por supuesto, juzgar a monseñor Rouco. Dice Jaime Capmany que la iglesia practica la sabiduría del encargo a los contrarios: en román paladino, que encarga a los conservadores las órdenes de cambio, y a los renovadores la defensa de lo inmutable, aunque no se yo si creérmelo: hace pocas semanas, en el centenario del templo de mi barrio, el obispo que actuaba como estrella invitada dado lo especial de la celebración, nos sorprendió a los feligreses pidiendo a Dios que se llevara pronto a Su Santidad Juan Pablo II para que dejara de sufrir, lo que me dejó meditando sobre los males que conlleva el abuso del vino de consagrar. Afortunadamente, el Todopoderoso parecía estar escuchando otra frecuencia distinta.

Pero no solo cambian los tiempos para la Iglesia. Cuando Suárez, hubo una huelga naval para evitar construir fragatas militares. Una huelga que festejaron muchos de los que hoy se alegran por la posible supervivencia de Izar gracias a los encargos militares. Hace días vimos a Su Majestad el Rey acudir, de nuevo, a una misa por las víctimas del 11-M. Hace unos años ¿alguien recuerda a cuantas misas por víctimas de ETA acudió el Rey de todos los españoles?. Espero equivocarme y si es así, pediré públicas disculpas, pero no recuerdo ninguna, sobre todo en aquellos días en que los muertos de ETA tenían que ser enterrados a escondidas y que encontrar a un sacerdote que quisiera oficiar una misa por ellos era una aventura con final previsible.

Esperen, algo falla en el razonamiento, no todo cambia. El espectáculo dado al retirar la estatua de Franco de la calle de San Juan de la Cruz de Madrid, sin avisar a nadie y por la noche, demuestra que muchos le siguen teniendo miedo. Treinta años después de muerto, lo han descabalgado desoyendo a Felipe González, quien en 1985 decía en ?El País? «Algunos han cometido el error de derribar una estatua de Franco; yo siempre he pensado que si alguien hubiera creído que era un mérito tirar a Franco del caballo, tenia que haberlo hecho cuando estaba vivo». El año anterior ya había dicho «Soy capaz de asumir la Historia de España, incluso en la fase que uno ha tenido más rechazo. Franco ha sido bastante protagonista de una parte muy dura de nuestra historia. Pero está ahí. Nunca se me ocurriría tumbar una estatua de Franco. Nunca. Me parece una estupidez eso de ir tumbando estatuas de Franco. No significan nada. Franco es ya Historia de España. No podemos borrar la historia». El gobierno de José Luis y su guitarra ha demostrado así además su independencia de Felipe. Eso, o que lo han identificado como el responsable del incendio del Windsord y así lo castigan, nunca se sabe.

Pensándolo bien, esto último si que implica un cambio. Este viaje al pasado nos dice que ahora, los franquistas están en el gobierno: lo necesitan, no pueden vivir sin el. Necesitan estar a su sombra, aun treinta años después.




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