DESDE EL PEQUEÑO MUNDO
El Papa dialogante
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Juan V. Oltra
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Que la Iglesia no es un club social, un partido político o una ONG parece no estar claro para todos, a la vista de que algunos entran en cólera al no poder cambiar sus normas morales desde las leyes de la política. Resulta enternecedor ver como tantos y tantos agnósticos y ateos, apartados de la Iglesia, se rasgan las vestiduras ante la elección de un Papa con fama de duro, acuñando o reacuñando términos como Panzerpope o Ratzinger Z.
Esto, esperable por otra parte, no es otra cosa más que la vieja costumbre de ponerse la venda antes que la herida. Da la impresión de que ninguno de los acusadores se ha tomado la molestia de repasar más allá de las líneas generales la biografía del Papa.
Intelectual brillante, autor de un gran número de libros y capaz de enfrentarse con éxito a las mentes más brillantes de Europa, como Junger Habermas es, sobre todo, y esto es lo que no se quiere ver, una mente abierta.
Los teólogos más apartados de sus posturas, Hans Küng o Gotthold Hassenhütl discutieron largo y tendido sus ideas con el entonces profesor Ratzinger. Discutieron, no tuvieron que plegarse al poder. Aun más: el propio Hassenhütl ha reconocido que cuando sus libros eran vetados en algunas editoriales o diócesis, siempre aparecía un comentario positivo del cardenal Ratzinger que le ayudaba a colocarlos.
Y no solo se trata de encuentros personales. Este ?gran inquisidor? que se nos presenta, que fue el Prefecto de la Congregación de la Doctrina de la Fe, durante todo su mandato solo tuvo que tomar la decisión de excomulgar a alguien una sola vez. ¿Leonardo Boff, máxima cabeza de la teología de la liberación? ¿Miret Magdalena, crítico entre los críticos?. No, se trataba de Monseñor Lefevre (para los jóvenes que lean esto, o para los olvidadizos, el ejemplo típico de la iglesia ?preconciliar?, el que si era llamado ?cancerbero de la Fe?).
Es más, antes de ser proclamado Papa, Ratzinger habló de la necesidad de solucionar los problemas que tiene pendientes la iglesia, de los desafíos del nuevo milenio, quizá con un nuevo concilio? sin olvidar su ya primera homilía como Papa, donde dijo que ?la brújula del Concilio Vaticano II es la guía del tercer milenio?
Que no se va a bombardear el tercer mundo con preservativos, es evidente. Tampoco creo que lo hubiese hecho de haber sido elegido por el Espíritu Santo el Cardenal Martíni, candidato de los ?reformistas? (catalogar a los príncipes de la iglesia con criterios políticos resulta sucio, muy sucio, pero en este caso la vulgarización es inevitable). Y es que ser católico requiere aceptar todas las normas del juego, lo que gusta y lo que no. Y estar felices con cualquier Papa, no sea simpático o no, desde la perspectiva de que el que está en ejercicio, siempre es el de uno.
Decían maledicientes que no se conservaban fotos del actual Papa sonriendo antes de la fumata blanca (por cierto, fumata que ya habrá algún comprometido con el mundo actual que se haya apresurado a denunciar por incumplir el protocolo de Kioto). Eso es, directamente mentira, alguna he visto estos días de aluvión mediático y no solo eso apunta a su carácter nada agrio: corren rumores de que cuando el Papa ?solo? era cardenal, conoció recorriendo el camino de Santiago a un posadero de León quien, al conocer que su interlocutor era un cardenal, empezó a bromear con el sobre la idea de que estaba ante un futuro Papa. El entonces cardenal le siguió la broma. Años más tarde, le envió una postal desde Francia firmada por el futuro Benedicto XVI.
Estamos, además, ante un hombre que ha elegido como nombre el del patrón de Europa, San Benito de Nursia, indicio claro de que quiere afrontar una de los temas candentes que más preocupan a los católicos: ?recuperar? Europa.
Y ahora voy a arriesgarme, como si fuera uno de esos sesudos vaticanistas que desde los telediarios al Gran Marrano no han acertado ni una de sus predicciones: este Papa, alemán, miembro forzoso por las circunstancias del ejercito de Hitler, lo que está purgando mediáticamente más allá de su paso por un campo de prisioneros, es de origen judío? lo que hace abrir esperanzas no solo de reconciliación entre las religiones, sino de progreso de la Paz en Israel.
Dicen los agoreros que, siguiendo a San Malaquías, este es el penúltimo Papa, coincidente con el lema ?Gloria Olivae? (el símbolo de los benedictinos es una rama de olivo). Sin meterme en camisas de once varas, quisiera que esa alusión al olivo, fuera a los que pueblan Israel, a los que desde Getsemaní nos vienen al recuerdo a todos. Y que la paz vuelva a esa tierra.
Bienvenido, Santidad.
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