Los españoles siempre vamos detrás de los curas, bien con un cirio, bien con una estaca. Como en este vaivén peninsular de la historia no solo estamos en tiempo de estaca, sino que la religión ha trocado de opio del pueblo en reducto de trasnochados y el hombre sigue siendo un ser necesitado de modelos a seguir, se ha sustituido a los santos por figurones a los que homenajear y sobre los que suspirar, incluso en algún caso, acompañando los suspiros con lúbricos babeos.
Claro que en algún caso el examen detallado de esos santones deja con las vergüenzas al aire a nuestra sociedad. Ahí está Haro Tecglen (en Gloria pudra) quien de loar al Caudillo y suspirar por el retorno de José Antonio, Capitán de luceros, pasó a ser un marxista de pedigrí, admirador de Stalin y defensor del muro. O, pongámonos más internacionales con Chomsky, internacionalmente reverenciado por su lucha contra las fundaciones que permiten evadir el pago de impuestos… cuando el mismo ha depositado en una de ellas dos millones de dólares, y que además coloca su fondo de pensiones en los siempre rentables negocios de los fabricantes de armas o de los laboratorios que se enriquecen mientras el tercer mundo se marchita. Encantador.
Uno de estos nuevos altares ahora venerados está habitado por Carillo, auténtica momia viviente puesta a orear que parece rezumar muerte (la suya propia, cronológicamente cercana). Conste que no tengo ningún odio particular hacia él, algo que podría ponerse en duda si se visita la página 372 del libro “El terror: Madrid 1936”, del general Casas de la Vega, donde aparece una relación de los asesinados identificados en aquella terrible ocasión. En esa página, ustedes disculparán la alusión, están los apellidos que empiezan por “O”. Pero no, uno dentro de su pobreza humana es o intenta ser cristiano y perdona. Así y todo, creo entender que si se le premia públicamente a este ilustre prócer no es por su más que cuestionable pasado en la segunda república, sino por su supuesta aportación en la tan manida (y a su vez santa) transición… algo que choca por otra parte con la postura del gobierno de José Luis y su guitarra desmontándola virtualmente. Pero no quiero centrarme en los figurones del pasado, y Carrillo lo es. Prefiero el presente, entre otras cosas porque me permite seguir vivo. Y es que soy consciente de que de haber vivido esos duros y peligrosos años hubiera tenido un fin rápido (desollado con Nin y otros miembros del POUM por los miembros del PCE de estar en una zona, o caso de estar en la otra, recibiendo una pena de muerte o un balazo sin recibo en la Salamanca del 37 por defender la utopía).
Otra figura del estupidiario popular es Joaquín Sabina, poco virgen y nada mártir, de profesión sus estupideces (no confundir con estupefacientes), de quien dicen que cohabita con un oso blanco, quien engañado ante el paisaje polar que suele poblar sus mesas un día entró en su casa y no salió. Puede que le sirviera de camarero el día en que los príncipes de Asturias, en estadio pre-Leonor, le visitaron en una sorprendente cabriola contradictoria. Un tipo singular, este etílico cantautor, que sustituye como filosofo de cabecera a Marx o Hegel en las mesitas de nuestros políticos Así nos va…
Aunque, convengámoslo, hay suerte. Podría ser peor y ponerse como paradigma a los niños casos como José Blanco, estudiante express de derecho en la UNED para terminar lo que quizá nunca debió empezar y acabó como fracaso, o Montilla, quien en su currículo aduce que tiene estudios de derecho y económicas (los tiene, pero en ninguno de los dos casos llegó a pasar de segundo). Menudo panorama de fracaso escolar nos esperaba…
Juan V. Oltra