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Retratos amarillos (III) Tono Juan V. Oltra |
Tono,
Antonio de Lara Gavilán, mediocricida donde los haya, nació en la
sierra de Cazorla en 1896. Poco después su familia se trasladó a
Valencia, donde empezó su carrera de periodista en la prensa regional y
como dibujante en la revista "Guante Blanco", firmando como
"Lara", trasladándose
a Madrid en 1913. Poco
o nada se sabe de esos primeros años, de sus estudios y primeros
avatares, aunque tan temprano inicio en el mundo laboral y algún
despiste ortográfico detectado (Tono,
vaso se escribe con uve y lo has puesto con be alta - Es que este vaso
está lleno) es posible que su gran humor se alimentara tan solo de
su gran inteligencia natural y de sus lecturas autodidactas... hasta que
descubrió los libros escolares de su hija, que hojeaba con afán. Una
vez en Madrid empezó a colaborar con Buen
Humor, germen de la mencionada en artículos pasados "la
otra generación del 27", que en su momento eran definidos como
"la gracia nueva".
No estuvo mucho tiempo asentado en la capital, pues poco después de la
gran guerra se fue a Francia, viviendo en París y en San Juan de luz.
Allí hizo amigos y carteles de publicidad ("un
grito en la pared", según él), sin dejar de colaborar en Gutiérrez,
Blanco y Negro, Le Rire, Vogue...
Al
regresar de Francia se lo disputaban los semanarios: mantuvo sus
colaboraciones con Buen Humor, Gutiérrez, y
añadió las de Nuevo mundo, La
Esfera y Elegancias. Años de muchos ingresos que él invertía en elementos
absurdos (polvos de talco, porque el frasco le gustaba...) o en sus
inventos, que generalmente eran cosas ya inventadas o que no servían
para nada, pero que desde luego debían entretener mucho. Contratado
por la Paramount, fue a Hollywood para realizar versiones en español,
mandando colaboraciones también a El
Sol. Desarrolla allí dos estilos: uno decorativo, muy influido por
Vogue, y otro ingenuista, que llegan a anular a su anteriores monos,
hechos de figuras geométricas, con escuadra y compás. En Hollywood
hizo, como en Francia, grandes amigos: Chaplin le encarga un cartel para
"Luces de la ciudad"
(que nunca entregó). Chaplin mismo le presentó a Einstein, dando paso
a una de las anécdotas más famosas de aquellos años: cuando los
amigos españoles, sorprendidos por verlo charlando sin parar con el
sabio le inquirieron "¿Y qué
le has dicho?", dando él por respuesta "Que
todo es relativo". A
pesar de ser el último de los españoles contratados por Hollywood en
volver a España, todo llega a su fin, así que después de haberse
gastado su dinero en cuatro automóviles y tres perros, volvió a una
España donde no todo era de color de rosa; eran los años que sirvieron
de preámbulo a la guerra civil. El reencuentro con sus amigos y su buen
humor paliaron en la medida de lo posible las penurias de aquellos años:
un día paseando con José López Rubio entró en una ferretería y pidió:
"Déme una lima muy grande.
Es para meterla dentro de un pan que le voy a llevar a un amigo que está
en la cárcel Modelo". Imposible amargarse con esa forma de ver
la vida. Durante la guerra, afincado en San Sebastián, dirigió artísticamente
la revista Vértice y, siempre
de la mano de su inseparable Mihura (con quien llegó a confundirse,
firmando incluso colaboraciones conjuntas como Tomi-Mito), colaboró en La Ametralladora, semanario de humor gratuito para los combatientes
de la zona nacional. En Vértice
afina su gusto por la fotografía, publicando alguna foto de Man Ray.
Poco después de la guerra dirigió las revistas Cámara
(1941-1943) y Foco (1952-1953)
recuperando su actividad teatral, iniciada en su juventud con un
vodevil, dirigiendo dos películas. Estrenó "Ni
pobre ni rico sino todo lo contrario", a raíz de lo cual el
empresario Arturo Serrano le incitó a seguir escribiendo, lo que
produjo algunas joyas teatrales como Rebeco,
Guillermo Hotel, Julieta y Romeo Martínez, Tita Rufa, La vida es sueño,
Francisca Alegre y Olé... Más aficiones que afloraban: la
arquitectura, con trabajos publicados en Crónica y Viviendas, llegando
a hacer una exposición en Madrid.
Multifacético,
pero con tiempo libre para mantener una tertulia con sus amigos, tal y
como cuenta Vizcaíno Casas que asistía en su juventud a las cenas en
la tasca La Zamorana, donde Edgar Neville asistía para volver a cenar después
del régimen que en su casa estaba obligado a seguir, con Díaz-Plaja,
Cottet, Mingote, S. Covisa... y alguna vez Mihura. Poco
después de la muerte de éste, su inseparable en vida, en 1978 marchó
tras él. Sus últimos días los pasó en el hospital de la Cruz Roja,
con algún amigo ocasional y sobre todo su fidelísima mujer Cloti
siempre a sus pies. Un día fue a verle una de las llamadas visitas de
cortesía, que tras breve conversación se despidió de Tono, quien
desde la cama, contestó con las siguientes palabras: "Perdone
si no le acompaño hasta la puerta, pero es que me estoy muriendo".
Se murió al día siguiente. |
Textos
recomendables para saber más de Tono y su obra
·
Antología
1927-1977
(Tono) Prensa Española, Madrid, 1978
Obras
de teatro escogidas
·
Eva,
Adán y Pepe o las dos manzanas de Eva
Su obra
|
El próximo «Retrato amarillo» será el de K-Hito. Juan
V. Oltra |