DESDE EL PEQUEÑO MUNDO
Turquía: ¿galgos o podencos?
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Juan V. Oltra
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O como aceptar como socio a quien dejó manco al buque insignia de nuestras letras.
Somos contradictorios. Pedimos café, que amarga, y lo tomamos tras añadirle azúcar. Aborrecemos la política y nos tragamos las infumables intervenciones de Rubalcaba (por cierto ¿alguien sabe porqué es tan feo?) y las interminables pérdidas por el bosque de Llamazares soltando espumarajos por la boca, pidiendo a gritos que lo exorcice un comisario político.
Así pues, mientras celebramos el año Cervantes, para muchos cumbre de nuestras letras (para mi no, me quedo con Quevedo y ustedes disculpen), va y nos da por aspirar que entre en el patio trasero de esta vieja puta Europa, como la llamaba el maestro García Serrano, el turco, que lo dejó convertido en Lepanto en uno de los mancos más famosos de la historia de la humanidad.
Realmente el alma humana es algo insondable. Resulta que hablar de las raíces cristianas de Europa es una blasfemia, aunque sea el Papa el que lo diga, y afirmar que Turquía es europea está no solo a la última, sino que parece que sin ella la Unión Europea caerá como un castillo de naipes. Que se lo digan al gobierno de Nicosia, vamos.
No quiero entrar en tremendismos, como la de quienes afirman que aceptando a Turquía se legalizaría una invasión del Islam a Europa o que tendríamos que subvencionar años y años el atraso económico de setenta millones de turcos. Ni siquiera voy a rozar el tema del genocidio contra los armenios, más genocidios hemos producido los europeos de pro como para criticar la paja en el ojo ajeno.
Pero lo que no puedo dejar de señalar es la incongruencia de tratar a los serbios a bombazos mientras a los turcos se les prepara subvenciones. Y que estas democracias tan perfectas que nos rigen en la Europa civilizada no son, al menos eso apuntan algunas fuentes, homologables a las lagunas que presenta la del país otomano. Olvidar esto sería tan desastroso como olvidar que para que dos pueblos convivan, se precisa voluntad por ambas partes. Los europeos “cristianos” deberían al menos ser consultados sobre la entrada de Turquía en nuestro club de naciones, algo que si no se hace es sin dudas para evitarse sorpresas (por otra parte poco sorprendentes).
Voces hay que aducen, para dorar la píldora y hacerla más dulce al paladar, que geográfica e incluso históricamente Turquía es Europa. No merece este argumento casi ni la mención, pues si consideramos esto así, tendremos que convenir que también lo es Egipto tras el paso de Napoleón… o que España es africana (claro que al paso que vamos…)
Y es que los políticos europeos solo se frotan las manos en términos económicos, pensando en un inmenso mercado de setenta millones de personas, que puede ser colonizado por industrias que paguen sueldos de miseria. No todos saldrían ganando en esto, claro, sobre todo países como el nuestro que pasarían de recibir subvenciones a pagarlas y de qué modo.
Concluyamos, y de una manera multicultural, que está de moda; dice el Hadiz: aunque no pueda corregir esos males con mi mano, si puedo condenarlo con mi lengua y desaprobarlos con mi corazón.
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