DESDE EL PEQUEÑO MUNDO
La verdad oficial
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Juan V. Oltra
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Hace poco más de un siglo, antes de la invención de la radio, en un mundo donde el elevado analfabetismo limitaba al mínimo la influencia de los periódicos, cuando la televisión e internet eran solo sueños para escritores como Verne, las noticias tardaban en llegar, constreñidas al boca a boca. Tanto es así, que cuando una novedad resultaba de gran impacto se decía que iba ?como un reguero la pólvora?. ¿Alguna vez han calculado lo que le costaría recorrer a un reguero de pólvora la distancia que va desde Orense a Cádiz, por ejemplo?... ciertamente aquella ardilla que podía cruzar España de orilla a orilla hubiera llegado mucho antes, a pesar de su cansancio.
Hoy, hemos ganado en velocidad. Podemos conocer en segundos acontecimientos que están teniendo lugar en Singapur, en Bombay, en Chicago, en Moscú? pero ¿y la verdad que debería hacernos libres? ¿corre tanto la información que ésta se queda atrás?. Hay veces en que se nos escamotean cosas y ni cuenta nos damos, pero hay otras en que algo cruje en nuestros sentidos cuando intentan hacernos comulgar con ruedas de molino. Y eso es lo que está pasando con los tristes sucesos del barrio catalán del Carmel.
Es el caso del tan comentado estos días ?apagón informativo?, que impide a medios no afines al tripartito catalán informar correctamente, que impide el acceso a la zona del horror, que frena con un despliegue infinito de lonas y recursos humanos la visión de edificios, que prohíbe que se pasen llamadas en los hoteles donde los afectados residen mientras esperan justicia, esa que tanto se hace de rogar en este país antes llamado España.
Y es que lo que no se ve, en este mundo globalizado y sometido a la dictadura de los medios de comunicación, no existe; ojos que no ven, corazón que no siente, vamos. El incendio del edificio Windsord, rascacielos veterano de Azca, hubiera pasado prácticamente desapercibido sin esas imágenes que parecían un adelanto de las fallas. Las noticias de aquel crucero que vimos convertido en un juguete de las olas no hubieran pasado de un par de líneas en los periódicos si no nos hubieran llegado las tomas a través de la televisión. Esa erótica de la imagen la conocen muy bien nuestros políticos y con ella juegan. Ejemplos, recientes o no, los tenemos todos en la retina: desde el Prestige a Fraga bañándose en Palomares.
Pero en este caso, al menos es mi humilde opinión, se ha llegado muy lejos, demasiado. Esta manipulación parece una reconversión de la frase ?Libertad ¿para qué?? de Lenin en ?Libertad de expresión ¿para qué??, de Maragall.
Quizá resulte que es cierto que podemos conocer instantáneamente lo que ocurre en la otra punta del mundo. Pero no lo que pasa en el patio trasero de nuestra casa. No en el Carmel.
Será culpa de la tecnología. Regresando al tiempo que les proponía al principio del artículo, esto me hace recordar como el poeta inglés Hilaire Belloc describió el efecto de la alta tecnología sobre los pueblos primitivos. Lo hizo durante la expansión colonial europea del siglo XIX, diciendo que ?el hecho simple es que contamos con la ametralladora Gatling y ellos no?. Servidor, se pone a cubierto.
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